jueves, 22 de septiembre de 2016











Es impresionante como ser mama me ha cambiado. 
Lo que antes me resultaba imposible, ahora se convierte en retos y metas a cumplir. No tengo tiempo para lamentarme cuando me caigo… hay que seguir…. Dale dale dale dale… no pares… escucho eso tantas veces en mi cabeza.

Soy más vulnerable que nunca. Mi corazón se abrió a tajo abierto y no tengo nada que hacer al respecto más que vivir en esa eterna fragilidad. Pero a la vez me siento más fuerte que nunca. Me convertí en una guerrera que tiene que defender a su familia… it’s do or die.

Hace mucho tiempo, antes de ser mama, visite a una tía que es coach un par de veces y teníamos conversaciones sobre mi vida laboral. Ella me hacía preguntas y al ir respondiéndolas me fui dando cuenta que no tenía claro para donde quería ir. Sabía que quería hacer algo significativo pero no estaba segura qué.

Ahora, años después, he descubierto para qué soy buena y lo he plasmado en un plan de carrera. Me siento tremendamente intimidada decidiendo cambiar totalmente mi área de trabajo a los 32 años, cuando muchos coetáneos ya van bastante más adelantados en el juego que yo. Pero a la vez me siento absolutamente motivada. Confío en mis capacidades, pero sobre todo, no me quedo pegada en mis faltas.

Le di sentido a lo que quiero hacer. Tengo un objetivo mayor, y todo lo que hago en el presente lo veo como ir dando pasos en esa dirección.

Escribo por necesidad de ir haciendo una especie de estado de avance de mi vida… una recapitulación suena mejor. Y me doy cuenta que durante mucho tiempo estaba en silencio pero no porque estaba dormida si no porque se estaba gestando en mí un nuevo sujeto.


Do or die trying.

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