lunes, 26 de diciembre de 2016

Sobre la felicidad y lo artificial

Hace tres meses me embarqué en la tremenda aventura (y desafío) de hacerme cargo del área de “Happiness” de Lemontech, una empresa tecnológica que vende software como servicio (SaaS). Para algunos, mi cargo puede sonar como algo trivial y poco importante. Para otros suena como algo light y entretenido… Y es que de hecho, inflo globos y decoro el puesto de mis compañeros cuando están de cumpleaños. Pero también estudio, leo y me dedico a escuchar a las personas. Intento armar estrategias de intervención que den como resultado ser una aliada en la búsqueda de la felicidad. Esto no es trivial. Happiness is a serious business.

Para que me crean qué tan serio es el tema, les cuento que en julio del 2011 la asamblea general de las naciones unidas aprobó una resolución que reconoce la búsqueda de la felicidad como un objetivo humano fundamental e invita a los países, desde las políticas públicas, a la elaboración de nuevas medidas que reflejen mejor la importancia de la búsqueda de la felicidad y el bienestar en el desarrollo.

En ese sentido, estar inserta en una empresa que le dé la importancia suficiente a la felicidad como para contratar a una persona que se haga cargo de intervenciones que la promuevan, es revolucionario.  Es estar a la vanguardia.

No es solo inflar globos. Es pensar cómo intervenir, qué se quiere generar, y lograrlo de manera orgánica. Hace poco uno de mis compañeros de trabajo me decía que era importante no “imponer” la felicidad. En otras palabras, que no fuera algo artificial. Y es justamente ahí donde yace el desafío.

De cierta forma lo pienso como psicoanálisis aplicado a la empresa. Cada cambio, cada efecto debe generarse desde el mismo sujeto. Las intervenciones deben ser calculadas y breves, de modo que sea el otro quien les otorgue significado, y ojalá, generen un efecto en vías de la felicidad.

Debe haber una ética que conduzca toda intervención clínica, y en ese sentido, mi principio regulador es que la felicidad es singular, única e irrepetible para cada uno. Para aplicar este principio al trabajo en una empresa pienso que debo buscar formas de intervenir globalmente sin imponer nada en lo particular. Es la única forma que puedo respetar lo orgánico y evitar lo artificial.


Estoy intrigada con lo que se puede lograr.


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