sábado, 16 de agosto de 2014

El Peso de las Palabras

El otro dia escuchaba a un papa hablarme de sus dos hijas. Me contaba que no estaba contento que en el colegio al que asistían las llevaran a un paseo a un lugar que a su juicio era peligroso. Y me dice, "la mayor es delgadita, frágil. Es más vulnerable. La otra gorda se puede defender más, pero igual les puede pasar algo". Mientras él seguía con su historia yo me quedé pensando en cómo él se refirió a sus hijas, y en cómo él relacionaba la fragilidad de una, y la capacidad de defenderse de la otra con sus contexturas físicas.



Luego, continuó hablándome de sus hijas, y me dice, "la menor vive enojada conmigo, porque la molesto, pero es que a esa gorda hay que moverla". A pesar de que él tenía una clara intención de hablar amorosamente de sus hijas, yo no pude evitar escuchar otra cosa.

Y es que las palabras crean realidades. Muchas veces los niños quedan estigmatizados por sus padres o por algún adulto significativo como el flojo, el gordo, el alumno perfecto, el que nunca se equivoca, el regalon, etc. Para bien o para mal (y mucho peor cuando es para mal), definir a un niño con un solo significado lo atrapa, le resta libertad en definirse, y muchas veces lo entrampa.

A veces son las mejores intenciones las que llevan a un padre, por ejemplo, a señalar una y otra vez alguna característica que quieren que su hijo o hija mejore, o por el contrario, que quieren destacar. Pero, lo más probable es que lo saturan de significado, y le impiden encontrar su propia identidad, más allá de lo que las palabras le imponen.

Cuando un niño esta creciendo, parte del proceso de maduración tiene que ver con formar una identidad, que primero se crea a partir del reflejo que recibe de sus seres más significativos. Esto quiere decir que los adultos más cercanos pasan a ser espejos, que le reflejan una imagen a ese niño, y éste cree en esa imagen. Si se le repite constantemente que es perfecto, será un golpe muy duro fallar por primera vez. Así también, cuando un niño crece bajo el título de gordo, flojo, o cobarde, la imagen que recibe es exactamente esa, y le puede costar mucho creer lo contrario. ¿Por qué habría de sentirse valiente el niño al que le repiten incesantemente que es cobarde?

Hay que ser cuidadoso a la hora de escoger las palabras que usamos para definir nuestro mundo, ya que estas crean nuestras realidades. Y las crean también para pequeñas personas que escuchan a los adultos y se basan en ellos para crear sus propias realidades. No se trata de mentir, ni exagerar, se trata de escoger con conciencia.

Las palabras pesan, y dejan huellas. 
Por una vida 360.

2 comentarios:

  1. Totalmente Diana, las palabras son poderosas. Aunque luego las acciones sean las que pongan en evidencia lo que uno es o deja de ser, las palabras llegan. Y sobre todo cuando crecemos, porque las tomamos como verdades absolutas que luego son difíciles de cambiar.

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