Tuve un momento triste hoy. Y fue triste porque por un
momento muy intenso, y que sentí muy largo, me sentí completamente vulnerable.
Es una sensación tan solitaria, la vulnerabilidad. Es como saltar al vacío y no
saber si voy a caer y romperme.
Pero fue también, horas más tarde, un momento decidor. Porque
mientras me escuchaba compadeciéndome de mi mala fortuna, escuché a una persona
que no me gusta. Una persona que prefiere llorar y quejarse de lo que ha
pasado. Y tomé la decisión de que para dejar de ser aquello que no quiero ser,
para dejar de sentirme como la víctima de una situación, debía moverme.
Los detalles de lo que me ocurrió hoy no son importantes
para que entiendan lo que les quiero contar, porque en rigor, lo de hoy se
puede permutar con cualquier “mal evento”. Realmente, lo que está en juego no es lo que nos
ocurre, sino cómo lo tomamos. Es un cliché lo que acabo de decir. Pero al
vivirlo, al experimentarlo, se comprende este cliché desde lo visceral, y se convierte en una experiencia fundante: se genera un nuevo sujeto.
En mí caso, se genera una Diana más adulta, y
menos niña porque escojo levantarme y hacer algo respecto de lo que
me pasa, y porque entiendo que no puedo quejarme para siempre
esperando que otro venga a salvarme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario